Ventrílocuo ocupaba el cadáver de un niño para espectáculos
¡Con esto no vas a poder dormir!
La historia de Charlie McCarthy ha sido un misterio para muchos, debido a que permanece dentro de las historias más escalofriantes de Estados Unidos.
En el año de 1920 el show de ventrilocuismo era admirado pero aterraba al mundo entero.
El acto de Charly era muy sencillo y ocupaba un solo personaje durante la función en donde toda la gente no quitaba la vista de encima.
Edgar era un niño de 8 a 9 años de edad, sus rasgos eran súper expresivos, manos demasiado reales y su tamaño no era del promedio del resto de los muñecos usados para el arte del ventrilocuismo, sino muchísimo más alto.
Edgar era un verdadero maestro del arte, ya que nadie notaba ni el más mínimo movimiento de sus labios por lo que la gente comenzó a denunciarlo por brujería.
Todos los espectadores y la gente estaba convencida de que el muñeco estaba poseído por alguna entidad demoniaca.
Una noche, después de su show, los trabajadores se acercaron al camerino para avisarle que el teatro ya estaba cerrando y que debía retirarse, pero nadie contestó al llamado. Esperaron media hora y luego fueron a buscar a la policía ya que no se atrevieron a entrar al lugar.
Cuando la policía llegó y forzó la puerta, todos quedaron sorprendidos con lo que vieron. Charly estaba tendido en el piso. Estaba muerto y con el cuello destrozado. A su alrededor, un charco de sangre decoraba espeluznantemente el entorno del cadáver.
Los trabajadores contaron más tarde que se centraron en buscar al muñeco, pensando que la idea era robar el muñeco. Pero al abrir la caja, lo que encontraron fue todavía más escabroso.
El muñeco seguía allí, estaba guardado boca arriba con una mirada escalofriante. Los efectivos policiales sintieron temor de tocarlo, pero debían continuar con el procedimiento.
Cuando llegaron los expertos en criminalística lo sacaron de su caja, lo examinaron y al observar los detalles, se dieron cuenta de que se trataba del cadáver de un niño de verdad ya que en la parte de sus dedos habían huellas dactilares.
Su cara, para ocultar la palidez de sus facciones, estaba envuelta y tapada con una máscara de látex.
Se especula que era su propio hijo y que frente al dolor que sintió por su pérdida no fue capaz de enterrar al niño.